PLAZOLETA de San Pablo,
plaza íntima y pequeña
como un corazón bordado,
desnuda como una peña.

Plazuela con cuatro calles
cercándole los costados,
y una pendiente hacia el Duero
verde de huertos y álamos.

Ya no he de volverte a ver
patio común de muchachos,
charco al que siempre bajaba
el agua de nuestros pasos.

De continuo y por costumbre,
cuando la materna mano
nos perdía por la casa,
allí iba siempre a buscarnos.

Oh la importancia tremenda
que tiene a los pocos años,
las bolitas o un partido
con la pelota de trapo.

No sé quién te bautizó
plazoleta de San Pablo,
ni la razón sin razón
para tu nombre de santo.

Por tu arboleda sin árboles
corrió mi dorada infancia.
(De pronto hubo entre tú y yo
un océano de distancia).

Qué lejos, puerto inicial,
me fui de ti derivando.
Ya tu faro se me borra.
Ya tengo perdido el barco.

M. Gejo