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ALMA SAYAGUESA
EL QUE SE FUE

Aquí sólo vemos 
trabajo y miseria", 
-dijo el campesino 
con sorda voz lenta. 

Hay que darle un cambio 
a esta vida perra. 
En el mes que viene 
me marcho pa América". 

La mujer quedóse 
desolada y yerta, 
sin una palabra, 
sin pulso en las venas. 

Los cuatro rapaces, 
-descalzas pobrezas- 
rozaron del drama 
las frias aletas. 

Corrieron los días, 
se cumplió la fecha, 
que es veloz el tiempo 
en allegar penas. 

El último abrazo, 
consejos, promesas: 
se marchó una tarde 
camino de América. 

¿Buenos Aires ? ¿La Habana? 
Qué importa. Cualquiera. 
¡América bruja 
que atraes y ciegas! 

Con sus cuatro hijos 
en la patria ajena, 
se quedó esperando 
la mujer labriega. 

¡Ah mujer heróica, 
himno a la entereza, 
raíz, tronco y frente, 
savia de mi tierra! 

Sobre el campo agota 
la madre sus fuerzas 
en labores rudas 
que al hombre doblegan. 

Manda el campesino 
carta desde América, 
y mil desengaños 
oculta ya en ella. 

La América grande, 
con que muchos sueñan, 
no es tan abundante 
como allá se piensa. 

Mas él calla, miente, 
repite promesas. 
La esposa y los hijos 
padeciendo esperan. 

Corren meses, años. 
las cartas ralean. 
Y, por fin gastada, 
se para la rueda. 

Crecen los rapaces. 
la madre avejenta: 
las penas y el tiempo 
la vida se llevan. 

El cartero pasa 
sin mirar la puerta. 
"Carterico bueno, 
¿no hay carta de América?" 

Un día , otro día. 
Ni una carta llega. 
De cada esperanza, 
desilusión nueva. 

La mujer no duerme 
entre angustias presa. 
¿Murió mi marido? 
¿Por qué no contesta? 

Pero no, no ha muerto: 
mató su conciencia. 
Aquel pobre hombre 
se "casó" en América. 

Así es esta vida: 
vulgar y tremenda. 
así son de grandes 
las simples trajedias. 

M. Gejo
MANUEL GEJO