La vida, toda la vida,
es un perpetuo soñar,
y aquello que no tenemos,
es norte de nuestro afán

Despreciamos el presente,
nuestro oficio y nuestro igual.
Sólo en ser lo que no somos
vemos la felicidad.

Sueña en tesoros el niño,
quiere ser rey y mandar.
Mañana, ya hombre amargo,
de sí mismo sonreirá.

Sueña el joven en riquezas,
en algo que gobernar,
hasta que despierta, pobre,
a golpes de realidad.

Al viejo sólo le queda
un largo camino atrás,
mas se consuela soñando
en lo que pudo alcanzar.

Ay sendero de los sueños,
de piedras cuan lleno está!
Los menos son los que pasan,
y tropezamos los más.

Mira sus sueños el hombre
uno tras otro volar,
¿pero la vida qué vale
sin la esperanza inmortal?

M. Gejo