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LOS EMIGRANTES
VIAJE A LOS ORIGENES

Como tantos hijos de inmigrantes mi sueño siempre fue conocer la tierra de mis padres.
Mi corazón siempre estuvo dividido entre España e Italia. Por ser España mi lengua madre siempre llevo la delantera en mis conocimientos, año tras año desde muy pequeña me imaginaba corriendo por los senderos que me llevarían hasta la orilla del Duero.
Nada me era extraño, las historias de mi madre, sus dichos, su enorme amor por la tierra donde había nacido crearon en mi una necesidad imperiosa, una urgencia continua de llegar algún día a pisar su bendita tierra. Y por fin llego ese día, con la tristeza de no poder cumplir el sueño de llevarla conmigo físicamente, claro, porque en los días breves que pude recorrer su pueblo de Torregamones, siempre sentí su presencia junto a mí.

Recién ahora, después de muchos días comprendo, muchas cosas que me decía,  su voluntad de hierro, su nobleza y hasta veces su extremada aspereza, tenían que ver con ese paisaje agreste que encontré, esa dureza de la piedra que sin embargo cobijaba del frío a la familia muy cerca del fuego encendido en las noches de invierno.
Entendí su coraje para haber dejado su tierra, y ayudar a mi abuela, ella sola sin nada más que sus ganas de salir adelante, con su pequeña y frágil figura.
Encontré a sus paisanos, gentes nobles, amistosas, me estrecharon en sus brazos como si siempre hubieran estado cercanas. Y de verdad yo les sentí así, cercanas a mi corazón.
Sentí que valió la pena esperar tanto tiempo, 62 años, para cumplir mi deseo, que finalmente ya no sentiría ese hueco en el pecho, que valió la pena ver las cigüeñas, sobrevolar los campanarios, las águilas, los búhos, y beber un sorbo de agua de su rió tan amado, me sentí feliz, muy feliz, con toda la emoción a flor de piel.

Ahora si, ahora estoy en paz, me siento mas cerca, he acortado la lejanía, me he traído  algún guijarro del Duero, alguna piedrita de la casa de la abuela, una imagen de la Virgen del Templo, he visto la ermita, el cementerio donde descansan mis antepasados, ahora solamente le pido a Dios poder repetir este viaje, para volver a estrechar en un fuerte abrazo a los amigos que allí he dejado.

Noemí Lucarni
Buenos Aires, Argentina.
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