UNA PEQUEÑA HISTORIA
1978
No olvidaré jamás aquel día en que abandoné el lugar en el que generaciones
atrás mi familia había vivido y lo había ido transmitiendo a sus hijos
hasta que llego a mi. Yo me crié allí, crecí allí, me casé allí, mis hijos
nacieron allí, trabajé allí duramente hasta que dejó de haber trabajo
suficiente para todos y cuando ya no me quedó más remedio, yo también
marché de mi querido pueblo.
Para mi era lo mejor, el mejor lugar del mundo, aunque tampoco conocía
otros lugares y de la ciudad sólo sabía lo que me había dicho mi propia
imaginación.
Ese día amaneció soleado a pesar de ser un día de invierno. Mi esposa hizo
el equipaje la noche anterior, un ligero equipaje, pues no teníamos muchos
bienes.
Mi hijo mayor, con apenas 15 años y el pequeño con 11 me ayudaban a cargar
las maletas mientras que mi mujer y mi hija, que pronto seria adulta en
edad, se encargaban de cerrar ventanas y persianas, puertas...
Mis hijos me preguntaban por la ciudad, como seria aquello. Mi mujer y yo
les dijimos que volveríamos pronto, en cuanto consiguiéramos algunos
ahorros para poder seguir adelante, pero mi hija y mi hijo mediano no
acababan de convencerse de la realidad de aquello, mientras que el pequeño
presumía frente a sus amigos que iría a conocer la ciudad y que cuando
volviera les contaría a todos lo que había visto.
Yo tenía miedo, no sabía a que lugar, cosas, personas me iba a tener que
enfrentar; no sabía que me esperaba en la gran capital pero intentaba no
mostrar aquello y fingía una gran seguridad y conocimiento del lugar al que
llevaba a mi familia.
Montamos en el pequeño coche y nos pusimos en camino hacia un futuro mejor.
Mis hijos lloraban a lagrima viva, el pequeño lloraba aunque ni el mismo
sabia por qué, por ver a sus hermanos y madre llorando supongo...
Yo no pude evitar que escapara alguna lagrima de mis ojos porque abandonaba
mi tierra, mis raíces, mis amigos y compañeros de partida todo lo que tenia
lo dejé por algo que no conocía pero en lo que ponía esperanza de que fuera
mejor.
Hoy en día la economía de mi casa no es nada muy allá, a pesar de que tanto
mi mujer como yo trabajamos pero puedo dar de comer a mis hijos ,
vestirles, tengo un hogar acogedor, una televisión, una lavadora... Soy
feliz junto a mi familia pero no se si todos estos lujos compensan el haber
abandonado mi tierra.
Mi casa del pueblo la sigo teniendo y cada verano y cada semana santa me
recuentro con mis raíces y cuando estoy allí me siento mejor, mas grande.
Mis hijos han crecido, la mayor se ha casado ya y los chicos tienen novia.
Su vida esta aquí en la ciudad y solo ven el pueblo como el lugar donde
pasaron su infancia y un lugar de veraneo, no es nada más. Eso me duele,
me
gustaría que comprendiesen y sintiesen lo que mi mujer y yo sentimos por
ese pueblo.
Madrid es bonito y tiene muchos servicios que en el pueblo no podríamos
tener y muy útiles pero no es lo mismo, la vida allí es mas tranquila y
allí era mas feliz de lo que soy ahora.
Si pudiera echar el tiempo atrás...
María Delgado Feria.