Sólo soy un arrapo andrajo y arrapiezo.
Un vulgar zarrapastro que te mira sumiso
asentado en el hogar oscuro de las sombras que proyectas.

Que me quitas el Sol que te da el aura.
Que mis sudores recorren la frente 
que se arruga cuando alzo la mirada para verte.

Que me das el aire y me lo quitas.
Que soy cínife molesto y chiquitito
zumbando en tu cabeza y te despierto.

Que a tus ojos mero crápula parezco
y desgarito cuando dudas de mis gestos.
Que en tu mundo para tí soy agonista

en la diada que supone el anhelarte.
Y son mis ideas largos hilos que devanan
alrededor tuyo, en el interior de tu cabeza.

Soy barizo que tontea saltimbanqui
por lograr que me miren los tus ojos
con miradas que semejen otras caras
que me vean más cercano y más dichoso.

Es mi ego el entibo de mi mente
y el sufrido fané de tu rechazo. 
Soy famélico que busca que le abracen

que le miren, que le quieran, que le besen.
Y no hay más, busco en tí que al fin me almagres
y parar ya de cinglar a la deriva

por océanos de gestos y miradas
que se alonga ya la espera y va de largo,
que las barcas con dos remos van más raudas.

Sergio Aguilar