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ALMA SAYAGUESA
El milagro del arcoiris

Hoy las nubes arrancaron,
al estallar la mañana,
la paz severa del negro
y convirtieron las ramas
del blanco y florido almendro
en la pureza encantada,
en el valor de lo eterno.

Brotó vivo entre las nubes
un mechón de Sol de oro,
un abanico de luces:
amarillo, malva, rojo.
Y los vientos entonaron
un estribillo y su coro
bajo el azul de este cielo,
sobre el marrón de este coto.

Fueron las tristes violetas
cayendo al suelo marchitas
y asomó por esta tierra
un manto de margaritas
rodeando la ribera,
delimitando mi villa.

Las nubes tornaron grises
su puro color del alba
convirtiendo así en jardines
con su lluvia, lomas pardas,
dando al barro lo que pide,
bautizando las majadas.

Vacíos ya los vapores
de humedades hechas agua
brilló el verdor en los bosques,
volvió el Sol a echar sus ramas.

Y como puerta de entrada
de un eterno edén renacen
siete colores en franjas
que del mismo suelo salen.

Dejando atrás olvidada
la amargura de la gente
reina en el cielo una dama
bajo un arco iridiscente.

Violeta y añil siniestros,
azul frío como el hielo,
verde color esperanza,
cordial, tranquilo y sincero.

Y es color la tolerancia
de un amarillo disperso
de transición al naranja,
inteligente y sereno,
que anaranjado es el Sol
y naranja, al fin, su velo.

Y coronando la puerta
con pasión y con deseo
brilla el calor y la fuerza
del rojo prohibiendo verlo.

Y los siete van unidos
hasta el punto que al juntarlos
brillan los siete fundidos
dando pureza a lo blanco.

Blanco de nubes que arranca
la paz severa del negro,
que hace a la noche mañana
y a lo mortal lo hace eterno.

Sergio Aguilar





Sergio Aguilar