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ALMA SAYAGUESA
LAS PROCESIONES

I
Con insignias y pendones,
Fariza, sus procesiones,
conserva y vive con fe,
siguiendo así tradiciones
de lo que es y lo que fue.

Con repique de campanas
que al viento lanzan ufanas
los tañidos de alegría
a muchas almas cristianas
llaman a misa aquel día.

Y andando, por los caminos,
como amantes peregrinos,
llegan las gentes piadosas
y también pueblos vecinos
con insignias religiosas.

Y en la iglesia parroquial,
sacerdotes con fervor
cantan misa y cada cual
con un coro angelical
cada cual a cual mejor.

La mañana finaliza.
La procesión se organiza
con gran pompa y esplendor
con el pueblo de Fariza
y los que hay de alrededor.

Y partiendo el pueblo entero
de la iglesia parroquial,
por el camino o sendero
va hasta la orilla del Duero
muy cerca de Portugal.

En sus hombros, los varones
y en la ancha bandolera,
muy enhiestos y en hilera
van llevando los pendones,
que amparan de gran manera

cordeleros y cordeles
de la alta y verde corona.
Y a hombros de los fieles
va la Virgen su patrona
entre rosas y claveles.

Y hasta el sol con su esplendor,
en su corona brillante
hace que vaya radiante
llenando de luz y amor
al humilde acompañante.

Y siguiendo aquel sendero
entre retama y tomillo
hasta la orilla del Duero,
a la Virgen del Castillo
venera Sayago entero.

Y así la Virgen divina
que tiene morena la tez
como humilde campesina,
en cada año una vez
va subiendo a la colina.

Y la inmensa muchedumbre
va subiendo hasta la cumbre,
y en fervientes oraciones
le pide que los alumbre
y colme de bendiciones.

¡Sí! Le piden, bien lo sé,
para que su amor divino
los guíe bien por el camino
del Amor y de la Fe
para no errar su destino.

Mientras parece que al Cielo
se elevan las oraciones,
como velas los pendones
que se alzan sobre el suelo
parecen grandes hachones.

Tremolar al blanco paño
hace el viento a menudo
que acaricia y no hace daño,
mientras que besa el escudo
que conservan desde antaño.

Y ni uno se desliza,
ni se inclina o cae al suelo,
van: Mámoles (con gran celo),
Badilla, Argañín, Fariza,
Cozcurrita y Palazuelo.

E igual Tudera y Zafara
se unieron a tal evento,
llevando en su mente clara
la imagen que los ampara,
con amor, fe y sentimiento.

Y en la ermita las campanas
van sonando muy lejanas
con su voz muy lisonjera
traspasando la frontera
de las tierras lusitanas.

Y al fin de la procesión,
con cuidado va pasando
cada pueblo su pendón
y a la ermita rodeando
cumpliendo la tradición.

Y atados allí fuera
descansando sobre el suelo
y en su pie la bandolera,
con la corona hacia el cielo
cada cual enhiesto espera.

Mientras tanto allí en la ermita
henchidos los corazones
de amor y de fe infinita,
entre rezos y oraciones
dejan la Virgen bendita.

Y su imagen, junto al Duero
va a quedarse el año entero
en aquel humilde altar,
y en cada pecho sincero
se queda en particular.

La despedida termina,
y la gente peregrina
al volver las procesiones,
con insignias y pendones
va bajando la colina.

Y cada pueblo vecino
en despedida cordial,
se despide, y cada cual
se marcha por el camino
que parte del principal.

La procesión va mermando
y muy pocos van quedando
cuando se llega al final,
y en la iglesia parroquial
las insignias van dejando.

II
¡Virgencita del Castillo!
Con amor tierno y sencillo
me enseñó a amarte mi abuela;
y desde que era un chiquillo,
tu recuerdo me consuela.

Ella me enseñó a rezar,
y al inculcarme la fe
de ese su pueblo y lugar,
parece que yo heredé
la fe que me quiso dar.

Por eso Virgen bendita
yo sé que te reza a diario
recordándote en tu ermita,
mientras pasa -¡viejecita!-
cuenta a cuenta del rosario.

Junto a ti tuvo su cuna
donde vio la luz primera,
quiera Dios que cuando muera
tenga la dicha o fortuna
de estar Tú junto a su vera.

Describí tu romería
en plan de meditación,
que te sirva de alegría
y sea como una oración
que brota del alma mía.

Abel Felipe
Junio, 2010


Abel F. Pordomingo