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ALMA SAYAGUESA
ARGUSINO
Ya llegó la triste hora
para el pueblo de Argusino,
ya se marchan de él llorando,
hombres mujeres y niños;
llevando pena por dentro,
por fuera el ceño sombrío,
y un dogal en sus gargantas
que impide que salgan gritos.
Muchos se marchan llorando
de aquel su pueblo querido,
donde todos se despiden
de familiares y amigos
para marchar por el mundo
como errantes peregrinos.
Ya los sacan en camiones
con aperos y utensilios,
siguiendo van con sus ojos
el ondulante camino
de entre aquel espeso monte
de “Pelazas” y “El Cuartico”;
camino que para muchos
jamás volverá a ser visto,
camino que en la hondonada
entre unos cerros altísimos,
con viñas, robles y encinas
por el agua será hundido.
Allí quedaron las huertas
y las tierras de cultivo,
allí se quedó aquel campo
que labraron con cariño;
allí quedó el pueblo entero
entre escombros destruido,
allí dejaron sus tierras
para quedar de baldío,
sus huertas, montes y viñas;
mas eso sería lo mismo,
que viñas, huertas y montes
puede haber en otros sitios.
¡Mas quedan muchos recuerdos
en su pensamiento fijos...!
¡Aquellas comodidades
que le hacían tan buen servicio...!
¡Aquellas casitas nuevas
compuestas a su capricho...!
¡Aquellas otras antiguas
que fueron caliente nido,
de aquellos antepasados
y de todos ellos mismos,
de sus padres, sus abuelos,
sus hermanos y sus hijos,
de todos sus familiares,
de todos los de Argusino...!
¡Allí quedó aquella iglesia
donde tantos se han unido,
donde todos recibieron
las aguas de su bautismo,
donde absolvieron sus culpas
al estar arrepentidos,
donde con fe recibieron
también el cuerpo de Cristo,
donde el santo matrimonio
a tantos de ellos ha unido,
donde con amor rezaron
los de ahora y los antiguos,
donde oraron por las almas
de los difuntos queridos...!
¡Todo aquel lugar sagrado
bajo el embalse del río!...
Y aquel viejo cementerio
de la orilla del camino,
(que al pasar se santiguaron
al escaparse un suspiro...).
donde los restos mortales
algunos desde hace siglos
se hallan sobre las tumbas
bajo letreros escritos,
que en las cruces a los muertos
con amor ponen los vivos...,
¡también aquél campo santo
donde por seres queridos
cayeron amargas lágrimas
dándole al dolor alivio...!
¿También aquél campo santo
podrá quedar en olvido?...
Este recuerdo de pena
llega del alma a lo vivo
con este presentimiento:
“¡Hundidos bajo el abismo...!”
Gracias a la viva fe
que deja desvanecidos
aquellos presentimientos;
porque las aguas de un río
no llegan donde las almas
del eterno paraíso,
donde todas estarán
juntas al lado de Cristo,
con los ángeles gozando
en aquel lugar empíreo.


II
Por eso, no tengas pena,
no sufras tanto Argusino,
que si salvaste sus almas...,
¡bien puedes estar tranquilo!
Y si los muertos salvaste
también salvarás los vivos,
por la senda de la vida
marcada con sacrificio;
naciste para tal fin,
porque lo quiso el Destino...
Verdad que tu caso es triste
no sólo para tus hijos,
sino que pueblos hermanos
lo sienten también contigo.
Por eso para tus hombres
que por el mundo se han ido,
no es suficiente el dinero
para dejarlos tranquilos;
pues debemos darle todos
consuelo, amor y cariño,
que no se crean forasteros,
y hallen en nosotros mismos
otros nuevos familiares,
otros sinceros amigos;
den pues abundantes frutos
tus virtudes y tus hijos,
para que al fin de esta vida
seamos con Dios reunidos.


III
Así pues para éstos hombres
emigrantes de Argusino,
dirigiéndome hacia ellos
yo quiero darle lo mío.
Pues queda para vosotros
(si en algo puede serviros)
todo este corazón
de Abel Felipe Pordomingo.

Abel Felipe
Junio, 2010

Abel F. Pordomingo