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ALMA SAYAGUESA
EL HERRERO

- ¿Qué hay herrero?
¿vas a cobrar la iguala?
¡Anda, que tú en pocos días
te haces buena labranza!
- Pues, amigo, si bien vieras…
voy de más mala gana,
es el calentón más grande
que a mí me causa la fragua;
hasta pidiendo lo mío
se me calienta la cara.
No sabes cuando es la hora
de salir, más apropiada;
si sales por la tarde
no encuentras a nadie en casa,
y otro tanto te ocurre
si sales por la mañana.
La primer puerta que abres
se te calienta hasta el alma,
entras, llamas al postigo,
y al momento, sale el ama,
quien al verte se sorprende
y dice como asustada:
- ¡Hombre! ¡Está aquí el herrero!
¿Vendrás a cobrar la iguala?
- Pues sí que vengo,
¿no está el marido en casa?
- Pues no, salió y no sé dónde…
me parece que a las vacas,
pero yo se lo diré
ven acá si no mañana,
porque yo podía pagarte
pero una no es dueña de nada…
Ni corto ni perezoso
tienes que volver la espalda
y salirte hacia la calle
y decirle estas palabras:
- Bueno, volveré si no
mañana de madrugada,
antes que el marido marche
al trabajo o a las vacas.
Vas a la casa siguiente
y desde la puerta llamas
y lo mismo que la otra
ves que sale la fulana;
preguntas por el marido,
que si está fuera de casa:
- Pues no sé si fue a rozar
o se marchó a cortar zarzas.
De este modo el primer día
casi todos te despachan;
cuando vas al día siguiente
ya te pagan buena iguala,
ya te tiene apartados
los zaragüelles y pajas.
Se ponen luego a medir
y no te llenan la ochava,
otros hay que te la llenan
pero al tiempo de vaciarla
te la van ladeando
para que el grano se caiga,
que a alguno le entra un tembleque
que uno cree que se desmaya;
otros no te echan rasero
mas no acaban de llenarla,
otros hay que le tienen
en el fondo de la ochava
clavada con mala idea
alguna bien gruesa tabla.
Otra vez uno me dijo
que me la daba acribada
y yo agradecido entonces
le dije que muchas gracias,
y después vi que me dio
toda la parte mala,
todas las acribaduras
el grano malo y las granzas.
Luego si tienes de alguno
dudas o desconfianzas,
cuando mides el grano
luego que llegas a casa,
no andes con cuidado,
¡no temas! no se derrama,
que será muy difícil
que bien medido te salga,
aunque la ochava sea buena
o tire más bien a escasa.
Luego después se quejan
que si los oyes da lástima,
todos dan en decir
que ellos casi no aran,
que tienen cuatro cortinos,
por fuera, dos tierras ralas,
que ellos rompen poco hierro
y que mucha iguala pagan.
Después cada pocos días
ellos vienen a la fragua,
con un trozo de hierro
o acaso, sin traerte nada,
si andan haciendo una puerta
tienes que hacerle la aldaba,
y una vez que has encendido
te mandan hacer la escuadra
y luego los demás chismes
que para ella hacen falta;
y cómo estas muchas cosas
que diariamente te mandan,
y yo quemando el carbón
y echando otra paletada
y luego con el martillo
machaca el hierro y trabaja
y a la hora de cobrar
ya sabes con qué te pagan…
¿Con que, tendré yo motivos
para abandonar la fragua?
- Pues tienes razón herrero
que sale cara la iguala.
Bueno, me voy a la dehesa
que tengo solas las vacas,
y calienta mucho el Sol
voy a ver si beben agua…
y ten paciencia, hombre
¡vete mañana a mi casa...!

(Y me perdonen los clientes
que pagan con abundancia).

Abel Felipe
Junio, 2010


Abel F. Pordomingo