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ALMA SAYAGUESA
FERMOSELLE

Allá entre peñascos colgado.
Fue creciendo
Entre piedras de granito moldeado
Retorciéndose, cual sendero, sus callejas,
Moteando de rojo el paisaje, con sus tejas,
Ondulantes tesos y lomas,
Se van acomodando
E iniciando su vida,
Llenando de familias tus casas,
En empinadas cuestas fabricadas.
Allá entre dos vertientes enclavado
cual nido de águilas formada
y entre tres o más vientos aireado.
Allá en un rincón de Zamora,
escondido... Está Fermoselle.
Sus peñas milenarias
esconden con esmero,
el secreto de sus viñas
en ellas arraigadas,
sacando de ellas
el vigor, la dulzura y textura
de sus vinos,
que descansan en bodegas
con tesón y audacia excavadas
en la roca misma.
Ahí descansan los burbujosos mostos:
Del Garnacha, Madrid y Malvasía.
También el Tempranillo,
Jerez y el Albillo... ¡Qué maravilla!
Por ahí han pasado
un sin fin de razas:
los celtas, vacceos,
Lusitanos y romanos,
Visigodos, Árabes,
Moros, Cristianos,
Reyes, Infantes
e Infantas cómo Doña Urraca.
Tu Castillo, glorioso en mil batallas,
una vez destruido...
hoy sus cantos y piedras
están formando parte
de numerosos edificios públicos
y algunas regias casas.
Pero aún recuerdan su gloria.
Tu empedrada Plaza Mayor,
con el sobrio Ayuntamiento,
donde antaño...
jugaba... al Marro.
¡Qué bellos recuerdos!
o al otro que canta así...
“Ojo de buey...
tijeras, tablas...
puertas o portones”...
Hace frío y es de noche.
Ya es hora de irnos a casa.
¡Perdón!... en voz alta soñaba,
con los gratos recuerdos
de mi infancia
y de mi escuela
que por ahí quedaba.
Un poco más abajo,
está tu románica Iglesia
con esbelto campanario
de empinada escalera
que más de una vez
subí, cansado, por ella
cuando era monaguillo.
Campanas; la de San José
o la otra de Santa María,
la de los Muertos.
-¿Aquella grande rajada?
Tan... tan... Tilín... tilín...
¡Ah!... y la Campanilla.
De noche... ¡Qué miedo!...
Cuando tocan a difunto...
Las campanas de allá...
¡Claro!... Las del Campanario.

Justamente por el Mesón
O las Palomberas,
Seguro por allí... ¡Cómo no!
Estuve corriendo... Yo.
Cuando niño, alegremente recorrí
Una y mil veces tus callejas.
Buenos tropezones sufrí.
En ocasiones
Riendo y jugando
Otros para hacer recados.
Recuerdos, añoranzas.
Imaginas que los lares no cambian.
Visité, El terruño, hace años.
En otros tiempos amplias calles.
Recorría serpenteando, ágilmente.
Otras con no tan buena suerte.
Hoy se sienten angostas...
Las calles son iguales,
¡Pero tú no!... ¡Tú has cambiado!
Sin embargo, ahí está...
Recibiéndote como antaño...
Con toda su Historia y Grandeza.

Manuel de Fermoselle





JOSE MANUEL CUBERO