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ALMA SAYAGUESA
J. SANCHEZ COTORRUELO

Sobrino del alma mía
Mil años te guarde el cielo
Y te dé tanta salud
Como yo para mí deseo
En la amable compañía 
De Magdalena Lorenzo
De tus hijos y familia
Primos, parientes, deudos
Y te libre de enemigos
Y de infames mesoneros
De Guadarrama que son
Ladrones al pie del puerto
Donde todo caminante
Desuellan con tal denuedo
Que al que llega con camisa
Le suelen dejar en cueros.
Donde sin temor de Dios
Hurtan a diestro y siniestro
Todos hurtan, todos roban
Los hijos, padres y abuelos
Las amas y las criadas
Y es que el séptimo precepto
No lo tienen por pecado
Y así no se acusan de ello
Pues al que mejor sabe hurtar
Tienen ellos por más diestro
Y por cobrar un cuartillo
Cobran celemín y medio.
Amigos, tened cuidado,
Ojo alerta, pasajeros,
Si hacéis noche en Guadarrama
Os quitarán el pellejo
Sin distinción de personas,
Sea él malo, sea él bueno,
Sea pobre, sea rico,
Ya sea noble, ya plebeyo,
Sea hijo de Madrid,
Sea murciano o manchego,
Catalán o valenciano,
Sea andaluz o extremeño,
Aragonés o navarro,
Sea castellano viejo,
Vizcaíno o montañés,
Sea asturiano o gallego,
Aunque sea el Preste Juan,
Todos van por un rasero.
Pero en esto no me admiro,
Pues todos ellos nacieron
En pecado original,
Y desde entonces sujetos
A sufrir cuanto les venga
Quedaron, esto es muy cierto.
¡¡ Pero a un sayagués honrado!!
Vive Cristo, que me ofendo
En pensarlo solamente
Que se le haga tal desprecio,
Sabiendo que son hidalgos
Por su patria y nacimiento
Desde más allá de Adán,
Como luego probaremos.
Pero me queda la duda
De que no os conocieron.
Pero si os conocieron
Era preciso, a lo menos,
Que salieran todos juntos
A vuestro recibimiento.
La justicia del lugar,
La Clerecía y el pueblo
Con la cruz de la Parroquia,
Con músicos y festejos,
Y en forma de procesión
Os llevaran, y al momento,
En lo mejor de la villa
Os dieran alojamiento,
De comer y de beber,
Cama y moza al mismo tiempo,
Dineros para el camino,
Y una alforja con repuesto
De gallinas y capones, 
Pavos, perdices y conejos,
Y os irían a acompañar
Hasta más allá del puerto.
Mas ya que fueron ingratos
Y que nada de esto hicieron
Yo tomaré la venganza
Para que sirva de ejemplo.
A Guadarrama y su tierra
En los siglos venideros
Ya me irrito, ya me enojo,
Ya me falta el sufrimiento,
Y hecho un león en bravura,
Toco el arma, y al estruendo
Huyen, mas yo los sigo,
Golpe en volo, ¡ay!, que me has muerto.
Pues Dios te haya perdonado.
Yo los sigo, a éste quiero,
A éste no quiero.......
¿Aún te defiendes, manguado?.
Toma aqueste.... ¡Zas!.
Ya es muerto.
Ya entre muertos y heridos
Se cuentan más de doscientos,
Y se rinden todos juntos
De rodillas por el suelo.
Me piden que no los mate.
Ya les dije muy severo:
Venid acá, vil canalla,
Infames guadarrameños,
Descendientes de Caín,
Y ladrones sempiternos,
Venid acá, hombres sin ley,
Escoria del mundo entero,
Mirad lo que habéis ganado
En no tratar con respeto
A sayagueses que sólo
A honrar vuestra casa fueron.
Aquí me responde humilde
Por entre todos un viejo,
Y con voz trémula dice:
Oyenos, señor, te ruego,
Basta ya para castigo
El lamentable suceso
De tanta sangre vertida
Y tanto cadáver yerto
Sin que también nos injuries
Con oprobio y vituperio.
Mayormente cuando aquí
Ni de Sayago tenemos
Noticia, ni qué es Sayago,
Ni qué sayagueses esos 
Que tantas glorias alcanzan
Por su patria y nacimiento.
Explícanos en qué parte
Del mundo cae su asiento,
Señas de sus habitantes
Para que enmendando yerros
Que hasta aquí tienen disculpa,
En adelante quedemos
Obligados a servirles.
Según sus nobles respetos
Acaba ya de decirlo,
No nos tengas más suspensos.
Puesto que lo preguntáis,
os lo diré, estadme atentos.
Yace tierra de Sayago
Junto al Lusitano Reino,
Entre dos famosos ríos
Llamados Tormes y Duero,
Que en vez de perlas tributan
Sabrosos pescados frescos.
Y con sus ricas aceñas
Dan nevados alimentos
Con otras grandes riberas
Que le sirven de ornamentos.
Es aquel, vuelvo a decir,
Es aquel pensil ameno
Que se llamó Paraíso
En los principios del tiempo,
De tal manera que entonces
Todo Sayago era huerto,


Donde se plantaban ajos,
Cebollas, pepinos y puerros,
Melones y calabazas,
Berzas, guisantes flamencos,
Berenjenas y tomates,
Alcachofas y pimientos,
Perejil y hierbabuena,
Anís, cilantro y espliego,
Con otras mil zarandajas
Que por menudo no cuento.
De árboles frutales
Estaba Sayago lleno,
Y tan cargados de fruta
Que rodaban por el suelo
Las peras, melocotones,
Guindas, ciruelas, cermeños,
Higos de a catorce en libra,
Y muchísimos camuesos.
Y todo este territorio
Se regaba con el Duero.
Aquí se paseaba Dios,
Y tenía su recreo.
Y estando un día en Fornillos
Se le vino al pensamiento
De formar el primer hombre,
Y aún juzgo que fue el día sexto
De la creación del mundo.
Y así diciendo y haciendo,
Tomó el camino y llegó
A las peñas del Barrero,
Junto a la Fuente de Mata,
Y de aquel barro bermejo
Lo formó y salió tan rubio,
Tan galán y tan discreto
Que de él se enamoró Eva.
Y viéndolo estar durmiendo
Le pellizcó en un costado
Y se despertó haciendo gestos.
Desde entonces, mano a mano
Los dos juntos anduvieron
Retozando por Sayago.
Y como estaban en cueros,
Estando un día sesteando
A la sombra de un almendro,
A Adán se le antojó un higo
Y a Eva se le antojó berros.
Y por esta demasía
Los castigó el Padre Eterno.
Mandólos que salieran 
De Sayago, y al momento
Lo que antes eran frutales
Sus frutas se convirtieron
En bellotas tan amargas
Que hoy sólo las comen cerdos.
Y el Duero se sumergió
Por entre peñas y cerros,
Tan profundos que el abismo
Lo va tragando en su centro.
Aquesta es Sayago, en fin.
Y pues que ya os he dicho
Relación de su hermosura,
A sus "patrientes" pasemos,
Que no es razón que se oculten
Grandezas que le dio el Cielo.
Y pues que lo habéis preguntado
Si no lo sabéis, sabedlo.
Son hombres tan singulares,
Que antes del mundo,
Cuando allá en la eternidad,
Estaba Dios en si mismo,
Los tenía en su memoria
Preparados y dispuestos.
Y para su complacencia
Hablaba siempre con ellos
En idioma sayagués,
Que así lo refiere el texto.
Y viéndolos tan sencillos,
Tal vez para su recreo,
En algunas ocasiones
Jugaba al truque con ellos.
Y antes que crease el mundo
Eran ya cristianos viejos.
¡¡Mirad si bien antiguos son 
Todos estos privilegios!!
Lo que yo os puedo decir,
Porque me consta el saberlo,
Que los sayagueses son
Los primeros que salieron
De la bragueta de Adán,
Y de éstos los Cotorruelos
Que poblaron a Sayago.
Sobre tan buenos cimientos,
Que todo está en piedra viva,
Sin cal, ladrillo ni yeso.
Y cuando Adán falleció
Los dejó por herederos
De sus bienes; con la carga
De que han de pagar el censo,
Que en sudor de su rostro
Ganen todos el sustento.
Dejó Adán por albaceas
Dos sayagueses muy viejos,
Que diligentes en todo,
Cumpliesen su testamento.
Y se lo dejó ordenado 
De un modo sabio y cuerdo,
Para que se distinguiesen 
De todos los demás gremios
De gentes, y es, a saber,
Que los más traigan coleto,
No de ante sino de vaca.
Cintos anchos de lo mismo,
Capa burda con capucha,
Con una borla al extremo,
Bordada de gallardetes,
Y de colores diversos,
Que antes se llamaba chía,
Y significaba en caldeo
Gravedad en la persona
O autoridad del sujeto.
Cuatro orejas cada uno,
Dos de carne y dos de pelo.
Y los zapatos de palo, 
A lo menos en invierno.
Su gabán o capotillo
Con dos faldillas al viento,
Una atrás y otra delante,
Y apuesto no es sin misterio,
Una le guarda la espalda
Y otra le abriga el pecho.
Ya veo que me diréis,
Según las señas que os dejo,
De aquella ropa talar
Y vestido tan grosero,
Que parece más de ermitaño
O de los padres del yerno.
Que de hombres de distinción,
Como explicado os lo tengo,
Aquí os respondo yo
Como aquel, con un proverbio,
Que el hábito no hace al monje.
Y con otro más discreto:
Debajo de una mala capa...
Ya me entendéis con esto.
Quiero decir que debajo
Del tosco sayal grosero
Se encierran grandes virtudes,
Que liberal les dio el Cielo.
Y si queréis saber más
Preguntádselo a mi abuelo,
Que os lo dirá
Si está de humor para ello.
Aquí da fin a su historia
Don Juan Sánchez Cotorruelo
Y pide por su trabajo
El vítor de este suceso.

Juan Sánchez Cotorruelo






J. S. Cotorruelo