LA CAMPANA PREGONERA
La Muga ya no es la Muga, la Muga ya no es quien era,
así decía a la luna la campanica pequeña.
Campana de aquella ermita que se ha tragado la tierra,
Campana que ya no canta ni tampoco lloriquea.
Campana que ya no tañe, paga, paga, pagañera.
Campana de San Miguel, campana la pregonera.
La luna ya se ha escondido entre una nube de seda,
vuelve a verse sobre el cielo y a la compañera besa.
Y le dice enternecida: Anda, cuéntame tus penas.
La paloma que señala los vientos en la veleta,
testigo fue presencial del diálogo que la nena
sostenía con la luna en una noche serena.
Dime, luna, tú que vives, allá por estratosfera,
que conoces todo el mundo aunque con sombras lo veas,
dime tú qué opinión tienes de las cosas de la tierra.
Te diré, campana mía, si es que así lo deseas,
la opinión que se merecen las cosas de mi planeta.
Escucha, pues, el relato de quien nunca ha sido vieja.
Desde el principio del mundo cuando todo era una selva,
el hombre se confundía con las aves y las fieras.
Principió a organizarse el hombre de las cavernas,
con las primitivas armas se adiestran en la pelea.
Se agrupan formando tribus y aquí principia la guerra
primitiva e infantil, ¡ Dichosa Edad de Piedra!.
Luego siguen las Edades Antigua, Media y Moderna.
En todas he conocido al hombre envuelto en quimeras,
intrigas y falsedades, egoísmos y flaquezas,
olvidándose, a menudo, que las delicias terrenas
son fugaces como son alguna de las estrellas,
y parecen ignorar que una tumba les espera.
Pero, aunque estos son los menos,
también los hay con conciencia,
sabios eminentísimos, que ponen su inteligencia
al servicio de las letras, de las artes y las ciencias.
Pero, desgraciadamente mucho de lo que se inventa
le buscan su aplicación en necesidades bélicas
porque dicen que la paz ha de buscarse en la guerra.
Recuerdo ver construir soberbios templos e iglesias,
maravillosos palacios, castillos y fortalezas,
que hoy son ruinas y son escombros de turistas y poetas.
Los unos quedan absortos ante esos muros de piedra,
que señalan un pasado de esplendor y de grandeza.
Los otros buscan la música para cantar su belleza,
pero al fin, pequeña mía, la cosa sencilla y regia,
todo tiene que morir que es tiempo y naturaleza,
la ley que crea y destruye todo lo que hay en la tierra.
Todo lo que has escuchado te lo digo porque sepas
que tu desgracia va unida a miles de compañeras,
que quizás, fundidas hoy, sean armamentos de guerra.
Y en cuanto al hombre te digo, si por ese lado esperas,
que agradezcan tus servicios de haber sido pregonera,
procura no estropearte que a la chatarra te llevan,
aunque no puedes quejarte que, al fin, estás en la iglesia,
siempre al lado de los tuyos, que todos están en ella
y han dejado para tí un lugar de preferencia.
Veo que te estoy aburriendo con cosas tristes y feas,
te has dejado ver del hombre, que tiene instinto de fiera.
Verás que hay también personas infinitamente buenas.
Yo tengo predilección por músicos y poetas;
éstos componen los versos que los otros interpretan,
con sonidos melodiosos, dando color al poema.
La misma música clásica, regional y "a la flamenca"
si es de baile religiosa, si es alegre, plañidera.
Todo es música que canta y el cantar es cosa bella
más no sólo canta el músico, que también canta el poeta.
Yo sé de un aficionado que a ti te canta y aprecia
y sabiendo que tú sufres por tu causa se interesa.
Me olvidaba del amor, ¡qué cosa tan grande es esa!
qué gozo siento, querida, cuando veo una pareja
de locos enamorados diciéndose cosas bellas.
Yo en esto influyo mucho y todos de mi se acuerdan
si se casan soy de miel y si no, soy de Valencia.
También los hay que me odian sobre todo, si estoy llena
y a propósito de esto perdona un poco, pequeña:
veo dos enamorados que quieren que no los vean
esto te digo y, dando un guiño, tras una nube me cuelo.
Entonces rompen los aires una canción marinera.
Noche tranquila y serena no es noche para rondar
porque los enamorados prefieren la oscuridad,
marinerito, apaga la vela que está la noche tranquila y serena.
La campana, emocionada, se ha quedado boquiabierta
considerándose sola en medio de dos parejas:
por un lado dos campanas, por el otro dos cigüeñas.
Se oye un quejido a lo lejos su lamento se asemeja,
es el requiebro de un gato que a su novia le corteja
en esto, sale la luna ve que llora la pequeña.
¿Qué te pasa?, le pregunta ¿Por qué lloras, zalamera?
puesto que ya te he explicado lo que yo sé de la Tierra
te repito aquéllas frases: ¡anda, cuéntame tus penas!
No sé por dónde empezar, luna, dice la pequeña,
en primer lugar, las gracias por tus razones postreras
que tanto me han confortado y mi espíritu consuelan.
No sé si son bien fundadas estas mis humildes quejas,.
Atención autoridades, civiles y de la Iglesia,
si alguno se ve ofendido que perdone al poeta.
Yo no conozco muy bien lo que es un gran calavera
y de pequeño el muy tuno me tiró bastantes piedras,
pero hoy es todo un hombre todo un hombre de conciencia.
Aunque en el pueblo me llamen campanica la pequeña
dejaron de comprender que en edad soy ya muy vieja.
Yo vi nacer y morir generaciones enteras.
Cuando yo vine a este pueblo me traía una carreta
y con ella vine hablando que qué tal el pueblo era.
Y me contestó chillando: Hay de todo, compañera.
¿A dónde vas destinada, a la ermita o a la iglesia?
Si te fueras a la ermita verías el pueblo de cerca
y no dudes que te harías una excelente mugueta.
Es un pueblo de los buenos de estas tierras sayaguesas
a veces oyes campanas sin saber dónde, pequeña,
si yo hablo canta un carro, son gente de buena "jera"
más que de su vida propia ocúpanse de la ajena,
que como allí no hay otros, diviértense a su manera,
y como en todos los sitios hay gentes malas y buenas.
Estas y muchas más cosas me contó aquélla carreta
que luego la vi más veces,
un hombre lleva cantando conduciendo su pareja.
Me destinan a la ermita, me colocan en mi celda
de aquella alegre espadaña, compañera de odisea.
Y aquí principia mi vida religiosa y pregonera.
En cuanto me colocaron empecé a tocar contenta.
Soy la voz de San Miguel el héroe de aquella gesta,
también soy la del Socorro, que en mi ermita venera.
Con qué alegría los niños celebraron mi presencia,
campanica, campanica, campanica la pequeña
así decían tirando muy alegres de mi cuerda.
Dichosos aquellos tiempos de mi juventud risueña
cuando todo era bondad de aquellas gentes sinceras
que sentían la piedad y eran tan limosneras
que aunque no era paradoja abundando la miseria
limosnas había para pobres, limosna para la Iglesia,
limosna para los santos, limosna para las fiestas.
Y el correr de aquellos tiempos cada vez más feliz
era orgullosa de mi cargo mi cargo de pregonera.
Conocí muchos alcaldes, alcaldeses y alcaldesas.
Yo tenía mis pregones compuestos a mi manera.
De orden del señor alcalde que su esposa se lo ordena.
Quedan guardados los valles, Valle Llongo y la Llinera.
Atención, contribuyentes, el cobrador os espera,
viene de recibos lleno, que por cuartos los canjea.
Paga, paga, pagañera paga lo que debes y verás lo que te queda.
De orden del señor alcalde en punto a las nueve y media
se eligen los sementales, el que quiera
tomar parte que se vea de buena ralea.
Esta tarde los "confrades" se presenten con los cestos
a recoger las sardinas que tocan a seis y media.
También darán una torta y vino de ése que pega.
Puntual, alegre y dichosa siempre fui la pregonera
para llamar a mi pueblo con mi lengüita parlera,
por eso todos me quieren y contentos me tutean.
La Muga ya no es la Muga, la Muga ya no es quien era
Oh, Muga de aquellos tiempos de charros y castañuelas,
de lentejuelas y "agremanes", de rodetes y "pemetos".
Aquellas noches de agosto recuerdo, luna hechicera,
cuando cantaban los mozos al son de la pandereta
el romance que aquel ciego trajo de nuevo a la feria.
Lo mismo en Peña Dallinos que en barrio Carro,
Tudera las gargantas juveniles cantaban la copla nueva
que acompañaba en los bailes, en los muelos y en la era.
¡Oh, juventud de esos tiempos, alegre, sencilla y buena!
Mucho más que la de ahora que quiere ser tan moderna
que el lujo los sacrifica: monos vestidos de seda.
Y ahora, luna querida, voy a explicarte una fiesta
que guarda gran relación con la pena que me aqueja.
Romería de la Asunción la Pascua de Primavera.
Un paréntesis se abre que hace brotar la tierra,
un sonido de guitarra con una copla flamenca
que ha conmovido a la luna y a la campanica alegra.
¡Oh, Virgen de la Asunción, montaraza de la dehesa!
recibe la devoción y la fe que te profesa
de ese pueblo de la Muga de tu nombre predilecta.
Lunes de Pascua de abril mañana de primavera
los amos en sus hogares preparan sendas meriendas.
Todo el pueblo de la Muga se viste de ropa nueva,
van a buscar a la Virgen que tienen ganas de verla.
En todos los corazones hay una alegría inmensa
alegría y devoción que Ella estima como ofrenda.
Ya sale la procesión ya va subiendo la cuesta
ya se ve la campanica de la ermita de la Reina,
ya se ve la pendonica, ya se ve la Virgen fuera.
Virgen y pueblo saludan con una gran reverencia
que hacen salir de emoción una lágrima pequeña
que brota del corazón como si fuese una perla.
Los fieles entran al templo que la ermita se venera
van a pedirle a la Virgen que les remedie sus penas.
Ella les escucha a todos Virgencita, Virgen buena,
y al terminar de la Misa, una merienda campera
con la clásica tortilla que se come en la pradera.
Vino da el Ayuntamiento a todo aquel que lo desea.
Romería de la Asunción, romería de primavera
y el típico baile charro que la gaita "totequea".
Unos cantan, otros bailan y otros hay que se marean.
¡Ay, Virgen de la Asunción, Virgencita la Mugueta!,
la mejor de la mejor de estas tierras sayaguesas.
Si alguno dice que no, que nadie se lo consienta.
Y ahora le canto un fandango que he compuesto para Ella.
Por madrina la tenemos los que fuimos a la guerra
y a ti te lo agradecemos el haber salvado en ella
y de aquellos que murieron yo sé que están a tu vera.
Cuando recuerdo a la Virgen, cuando lloro mi odisea,
sé que también llorará cuando mi desgracia vea.
Al pasar la procesión caminito de la iglesia
la campana continúa explicándose la fiesta.
Yo siempre fui vigilante para dar la voz de alerta
al venir la procesión por encima de la cuesta.
Virgen mía del Socorro, ya viene tu compañera.
Prepárate a recibirla en el Valle "La Alameda",
en ese lugar sagrado que ahora ponen una sierra
y donde esperan a la Virgen, todo está lleno de piedras
del otro lado un garaje ya estropeó la carrera
esto es casi profanar aquellas santas creencias,
colmo de profanación el Humilladero encierra.
Líricas canciones callado nos manifiesta
ese popular talón de cierta vaca lechera.
El desaprensivo que con sonrisa picaresca,
el cauto que ve la falta su opinión se la reserva.
El fiel creyente se enoja y del caso se lamenta
inverosímil parece una cosa que es manifiesta.
Paladines que figuran defensores de la Iglesia
son los que manifiestamente parece que la desprecian.
No basta justificarse con decir "soy de derechas",
la religión no comprende de matices ni de ideas
sólo quiere que se observe como Cristo nos lo enseña.
Pero todo comparado con nuestra triste odisea,
resulta muy poca cosa por mal visto que esto sea
antes de tirar una ermita, debieran de componerla.
En el pueblo de la Muga donde hay tantas pedreras
tienen que tirar un templo para hacer unas escuelas
vendiéndolo como a Cristo por unas cuantas monedas.
Si algún anciano difunto levantara la cabeza
y viera entre los suyos quien en esto interviniese
la cara se taparía con las manos de vergüenza.
Es de observar, luna mía, todos los que vienen de fuera
cuando ven ese solar cómo muestran extrañeza,
respetando ese vacío cual si fuera tumba abierta
y todos los transeúntes siguen por la calle vieja,
no se atreven a pisar por esas sagradas tierras
que han dejado al descubierto falta de delicadeza.
Y ahora me tapan la boca conque ya estoy en la iglesia,
por mala que sea tu casa siempre es mejor que la ajena.
Estoy un poco a disgusto que la altura me marea,
yo he "notao" algo mucho el cambio de residencia.
Ya me voy acostumbrando a no creerme forastera
y ya cansada de todo volveré a ser la que era,
al servicio de este pueblo volveré a ser pregonera.
Sólo le pido al alcalde que ésta petición atienda,
que dedique a San Miguel su ermita que hoy plazuela.
El crepúsculo le anuncia que la mañana se acerca,
dándose las buenas noches luna y campana se besan.
Hallando los horizontes la luna graba una estela.
La Muga ya no es la Muga, la Muga ya no es quien era.
Y ahora quiero, lector qué has sacado en consecuencia,
mucha falta de argumento, de risa y de inteligencia,
perdona, pues, al autor y aguanta estas moralejas.
Antes de determinar, una cosa que trascienda
debe consultarse al pueblo, por si acaso no lo aprueba,
pero nunca destruirle, que hay fatales consecuencias.
Hay que ver, muy conmovido, cuando de todo un pueblo surge
nuestras faltas o grandezas, escúchalo, no te ofusques,
que igual que aplaude, condena.
La Muga ya no es la Muga, la Muga ya no es quien era.
Agustín Hernández Fadón